Vino casi como una advertencia, y francamente, necesitaba una en ese momento. Era un esposo joven, y durante un intenso tiempo de oración, sentí que Dios me decía directamente que Laura no era sólo mi esposa, que también era Su hija y la debía de tratar como tal.
Fue un momento de revelación para mí, y la fuerza de esta visión creció cuando tuve a mis hijos. Si quieres ver mi lado bueno, sólo se bueno con mis hijos.
A la inversa, si realmente me quiere ver enojado, toma a alguno de mis hijos. Maltrátalos. Mi presión sanguínea aumentará incluso al escuchar tu nombre porque prefiero que te metas conmigo a que te metas con alguno de mis hijos.
Entonces, cuando me di cuenta que estaba casado con una hija de Dios - y luego tú, mujer, con un hijo de Dios- la manera en cómo veía el matrimonio cambió. Dios siente por mi esposa- Su hija- una manera más sagrada y pasional que yo sentiría por alguna de mis hijas. De repente, mi matrimonio no era más acerca de solo yo y otra persona; era más acerca de una relación intensa y pasional con una tercera persona. Me di cuenta que una de las principales maneras de adorar por el resto de mi vida sería honrando a Dios haciéndome cargo de la mujer que siempre sería, en Su mente divina, "Su pequeña niña"
A menudo escuchamos a pastores contemplar la paternidad de Dios, una maravillosa y verdadera doctrina. Pero si quieres cambiar tu matrimonio, amplía esta analogía y tomate un tiempo para meditar acerca de Dios como Suegro. Porque cuando te casas con una creyente, ¡Él lo es!
*¿Has pensado en tu pareja como hijo o hija de Dios?¿Cómo esto cambiaría tu relación (amabas acciones y actitudes) con él o ella?
Miren con cuánto amor nos ama nuestro Padre que nos llama sus hijos, ¡y eso es lo que somos! Pero la gente de este mundo no reconoce que somos hijos de Dios, porque no lo conocen a él.
1 Juan 3:1
Pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Y todos los que fueron unidos a Cristo en el bautismo se han puesto a Cristo como si se pusieran ropa nueva. Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y ahora que pertenecen a Cristo, son verdaderos hijos de Abraham. Son sus herederos, y la promesa de Dios a Abraham les pertenece a ustedes.
Gálatas 3:26-29