En Efesios 5, Pablo llama nuestra atención sobre el hecho de que Jesús nunca hizo uso de su poder para opresión, sino que se sacrificó hasta lo último para que podamos llegar a alcanzar la unión con él. Eso es algo que nos lleva más allá del ámbito filosófico, para situarnos de pleno en el terreno de lo práctico y lo personal. Si en los planes de Dios, el evangelio hubiera sido únicamente para salvación en Jesús, el matrimonio exclusivamente “funcionaría” en la medida en que nos aproximara al modelo del amor en la entrega de Dios en Cristo. Pero lo que Pablo dice no solo da respuesta a las objeciones al matrimonio como institución opresiva y restrictiva, sino que da forma y expresión a las abrumadoras demandas del matrimonio. Pero hay tanto que hacer, que no sabemos siquiera por dónde empezar. Y es justamente ahí cuando Pablo nos dice: “empezad por lo básico pero fundamental, amando a vuestra esposa como Dios nos ha amado en Jesús, y todo lo demás vendrá por añadidura”.
Ese es el verdadero secreto, que el evangelio de Jesús y la institución del matrimonio están mutuamente relacionados. Al crear Dios a la pareja, ya tenía en mente la obra salvadora de Cristo.
Extracto de El significado del matrimonio, de Timothy y Kathy Keller
Publicaciones Andamio. Copyright © 2014 Timothy Keller
Esta es la Buena Noticia acerca de Jesús el Mesías, el Hijo de Dios. Comenzó tal como el profeta Isaías había escrito: «Mira, envío mi mensajero delante de ti, y él preparará tu camino. Es una voz que clama en el desierto: “¡Preparen el camino para la venida del S eñor ! ¡Ábranle camino!”» . Ese mensajero era Juan el Bautista. Estaba en el desierto y predicaba que la gente debía ser bautizada para demostrar que se había arrepentido de sus pecados y vuelto a Dios para ser perdonada. Toda la gente de Judea, incluidos los habitantes de Jerusalén, salían para ver y oír a Juan; y cuando confesaban sus pecados, él los bautizaba en el río Jordán. Juan usaba ropa tejida con pelo rústico de camello y llevaba puesto un cinturón de cuero alrededor de la cintura. Se alimentaba con langostas y miel silvestre. Juan anunciaba: «Pronto viene alguien que es superior a mí, tan superior que ni siquiera soy digno de inclinarme como un esclavo y desatarle las correas de sus sandalias. Yo los bautizo con agua, ¡pero él los bautizará con el Espíritu Santo!». Cierto día, Jesús llegó de Nazaret de Galilea, y Juan lo bautizó en el río Jordán. Cuando Jesús salió del agua, vio que el cielo se abría y el Espíritu Santo descendía sobre él como una paloma. Y una voz dijo desde el cielo: «Tú eres mi Hijo muy amado y me das gran gozo». Luego el Espíritu lo impulsó a ir al desierto, donde Jesús fue tentado por Satanás durante cuarenta días. Estaba a la intemperie entre los animales salvajes, y los ángeles lo cuidaban. Más tarde, después del arresto de Juan, Jesús entró en Galilea, donde predicó la Buena Noticia de Dios. «¡Por fin ha llegado el tiempo prometido por Dios! —anunciaba—. ¡El reino de Dios está cerca! ¡Arrepiéntanse de sus pecados y crean la Buena Noticia!». Cierto día, mientras Jesús caminaba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban la red al agua, porque vivían de la pesca. Jesús los llamó: «Vengan, síganme, ¡y yo les enseñaré cómo pescar personas!». Y enseguida dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante por la orilla, Jesús vio a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, en una barca, reparando las redes. Los llamó de inmediato y ellos también lo siguieron, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los hombres contratados.
Marcos 1:1-20